El Cosquín Rock 2023 va a quedar en la memoria. Por primera vez en su historia, el emblemático festival celebrado en Santa María de Punilla, Córdoba, agotó las entradas de ambos días a casi 20 días de la tan esperada realización. 200.000 personas asistieron al predio gigante del Aeródromo con las emociones a flor de piel para vivir una experiencia única junto a un sinfín de artistas de las más amplia diversidad.
A pasos agigantados
El nuevo comienzo de Usted Señálemelo fue uno de los regresos más emocionantes del 2022. Tras terminar el año en el Estadio Obras Sanitarias, el trío mendocino la rompió en Córdoba apoyado en la clarividencia emocional que irradia su breve pero enérgica discografía.
En el ínterin entre una edición y otra, el crecimiento exponencial de ciertos proyectos se vio reflejado en algunos escenarios que propiciaron lugar y horario adecuado para expandir la explosión generacional hacia nuevos horizontes. Quizás el más notorio sea el show de Dillom, que el año pasado debutó con la “Post Mortem band” en una carpa de circo y esta vez se consagró en el escenario Sur a cielo abierto. Frente a miles de personas que coreaban su nombre, Dillom abrió paréntesis para despedir a Fermín, quien no solo produjo e interpretó las cuatro cuerdas del repertorio, sino que al día anterior nos hechizó con sus propias canciones que serán su máxima prioridad desde entonces.
El escenario Sur también fue el lugar del cierre con broche de oro para los tres días, dado que Juan Ingaramo jugó de local al compás del cuartefunk, y 24 horas después Ca7riel y Paco Amoroso presentaron un enardecido recorrido por su carrera en conjunto y separados.
Un refugio para las nuevas voces
Desde que Cazzu se subió a cantar con Los Gardelitos en 2020, quedó esclarecida la diversidad de sonoridades que se suman, año tras año, al repertorio del festival. Por eso mismo, artistas jóvenes de la talla de Lara91k, Rels B y Trueno reflejaron la noción de efervescencia colectiva ligada a la fascinación por los el reggaetón, dembow, dancehall, trap y hip-hop que colmaron el escenario Sur hasta el fin del primer día.
En una menor escala, los escenarios Paraguay y Boomerang fueron una especie de refugio para quienes querían experimentar que los encasillamientos son anticuados, deficientes y patéticos. Escuchar a The Colorated, Intendente y El Doctor es suficiente para entender que actualmente el espíritu hardcore amplió su espectro estético. ¿Cómo definir a Rusowsky o a Sofía Gabanna sin ser tendencioso? El universo de Saramalacara está muy lejos del trap que tiñó sus inicios, mientras que los discos de Odd Mami y Muerejoven desvanecieron las etiquetas en pos de alzar la propia identidad. De igual modo, no faltó la hora del perreo, ya que Taichu emprendió una intensa seguidilla de bailoteo que permanecería ardiendo de la mano de Ms. Nina y la Fiesta Katana con Santa Salut.
Electrónica de alta montaña
La vibración del escenario Montaña puso a bailar a todos junto a un montón de artistas que, a lo largo de dos días, le dieron al Cosquín Rock una dosis de música electrónica. El dúo mexicano Vesica Piscis se hizo presente con un repertorio atmosférico que atravesó del dream pop al shoegaze por medio del uso de sintetizadores, cajas de ritmo, guitarras y voces etéreas para conectarnos con la naturaleza. Luego siguió Nicolás Taboada, el DJ y productor oriundo de Buenos Aires encargado de calentar la pista a puro tecno para dejarle la cabina a la pareja internacional de Enrico Sangiuliano y Charlotte de Witte hasta altas horas de la madrugada.
Al día siguiente llegó el turno de Peces Raros. Si bien nos acostumbraron a la danza nocturna, la agrupación techno rock de La Plata demostraron estar en la cúspide de su carrera con un repaso por su discografía a plena luz del día. Pasada la medianoche, Tiësto apaciguó el frío con un set explosivo que abarcó un montón de hits memorables desde Bizarrap hasta Karol G, poniendo de manifiesto las suficientes razones que lo catapultaron al estrellato a nivel mundial.
Una trinchera tecknicolor
A pesar de todo lo que el escenario Norte ofrecía, los tanques avanzaban contra viento y marea. La grandeza de bandas de la talla de Airbag, Turf y Catupecu Machu imantaban por igual a las distintas generaciones, esparciendo el frenesí a lo largo del predio. Mientras el primer día ofrecía la posibilidad de bailar a La Delio Valdez antes de gozar el show de LP sin moverse del lugar, el segundo invitaba a recorrer un poco más porque a la agrupación española Vetusta Morla le seguía un concierto espectacular como el de Fito Páez. El rosarino no se privó de nada en absoluto y cautivó a las masas con éxitos de ayer, hoy y mañana.
Al mismo tiempo, algunos corrían desesperados hacia la otra punta donde El Zar irradiaba la frescura de su repertorio. 1915, Emmanuel Horvilleur y Feli Colina obligaban a quedarse entre los árboles porque había mucho más por disfrutar. Sin embargo, frente a las montañas te esperaban Bandalos Chinos, Monsieur Periné y luego Babasónicos, ¿quién se lo iba a perder? El grupo liderado por Adrián Dárgelos nos llevó a la izquierda de la noche para clavar la lanza en nuestros corazones antes de decir “Bye bye”.
La otra dimensión
En su máxima expresión, la oleada de indie rock estuvo al pie de la letra a través de la participación de un montón de referentes que evidenciaron la amplitud del término. Desde Anyi a Gativideo, pasando por Rayos Láser y Silvestre y La Naranja, podemos asegurar que estamos hablando de una generación y no de un género. El Mató a un Policía Motorizado ya tiene su lugar asegurado en la grilla del Cosquín Rock desde hace tiempo, ahora su magnetismo sónico arrastra a miles hacia donde los hits de La dinastía Scorpio se cantan a garganta rota y los de La síntesis O’Konnor nos llevan a la otra dimensión.
Antes de que cayera el sol, Las Ligas Menores nos llenaron de canciones brillantes, reluciendo la enérgica destreza de pulir su poética al ras del fuego. Del mismo modo, Mi Amigo Invencible fue uno de los debuts más esperados de la edición y lo hicieron como unos auténticos expertos. Con tanta garra como sutileza, delinearon los paisajes de Dutsiland e Isla de oro, abrasando a la audiencia con el manto negro de una batalla gigante. No faltaron los guiños a sus influencias divinas en homenajes instrumentales a Charly Garcia y Gustavo Pena. De nuevo, más que un mero género musical, es el canto victorioso de la posteridad.
Los mismos de siempre
La celebración cordobesa no sería nada sin su armamento estelar. Esas bandas que trascendieron a lo largo del tiempo y reúnen a las distintas generaciones en un pogo interminable. Desde Guasones y No Te Va Gustar a La Vela Puerca y Las Pelotas, el escenario Norte desbordó de clásicos que marcaron el rumbo del rumbo del rock nacional. Skay y los Fakires, al igual que Divididos, fueron de los platos más fuertes. Nadie quiso dejar pasar la oportunidad de perder el control con una eminencia como el exguitarrista de los Redonditos de Ricota, ni tampoco de fundirse uno con el otro al ritmo feroz de “la aplanadora del rock”.
Cuando se pensaba que ya no podía ser más colosal, el escenario Norte seguía sorprendiendo con Juanse y una lista de invitados de lujo entre los cuales se encontraría Conociendo Rusia -quien ya se habría presentado por su propia cuenta- y León Gieco para cantar “El fantasma de Canterville”, “Pensar en nada” y cerrar con “Solo le pido a Dios”. Pero si de sorpresas hablamos, Andrés Ciro Martinez fue elemental. Una de las puestas más asombrosas del festival: 40 músicos sobre el escenario, algo completamente inédito en las tantas ediciones que se hicieron, reversionando temas de Los Piojos y Los Persas. El frontman de 55 años junto a la Orquesta Sinfónica de Villa María y arregladores mendocinos demostró la necesidad de tomar riesgos para que las banderas nunca dejen de flamear en lo alto.