Danny Boyle, es un director difícil de encasillar. En su filmografía se plasman grandes éxitos comerciales y de crítica, como “Trainspotting”, a estas alturas, ícono de una generación hastiada del mercantilismo surgidos al alero de dos décadas de gobierno conservador en Gran Bretaña, junto a otras como “Vida sin reglas” (A Life Less Ordinary), que fueron recibidas más bien fríamente por el gran público. Luego, a principios del nuevo milenio, sorprende con “Exterminio” (28 Days Later), una vuelta de tuerca al mundo zombie, que supuso un nuevo aire a ese sub-género del terror. Finalmente, el 2007 vuelve a sorprender con una historia sencilla pero efectiva con “Slumdog Millionare”, una de esos films que encaprichan a la Academia de Hollywood y la premian como si se tratase de “El Ciudadano Kane”. Pasado el chaparrón de luces, efectos y libras esterlinas, que le supuso dirigir la obertura de las Olimpiadas en Londres 2012, nos regala su nuevo trabajo: “Trance” (En Trance), que cuenta la historia de Simon (James McAvoy) un empleado de una casa de subastas, el cual al oponerse al robo de una obra de Francisco Goya, recibe un golpe en la cabeza que le hace perder la memoria. Los ladrones, al revelar su botín, se dan cuenta que el cuadro no está ahí. Obstinados en recuperar su botín, estos contratan a una psiquiatra experta en hipnosis (Rosario Dawson) para que de este modo, pueda armar el rompecabezas desatado en la cabeza de Simon producto del golpe.