“Esta noche será un alboroto”, prometía Alex Turner allá en 2006. Vale más decir que han cumplido su promesa. Desde sus inicios, Arctic Monkeys ha dominado la esfera indie con canciones pegadizas, inteligentes y juguetonas. Como una de las bandas más relevantes surgidas del post-Britpop, han logrado no solo comprender sino también enriquecer el significado de lo que es hacer “indie rock” para las masas. Su líder, Alex Turner, puso en puesta una visión sobre el amor millennial altamente basada en referencias populares y literarias, siempre muy ácido y escéptico, pero eventualmente rendido ante la visión romántica que siempre vio en las películas. Como banda, evocan lo urbano y lo cotidiano, y hacen ver lo grotesco junto con lo amoroso.
Su alcance se puede notar a partir de su peculiar fanatismo en gran parte del mundo, sobre todo en Latinoamérica, y Argentina no es excepción. Han tocado cinco veces en nuestro país, incluso encabezado festivales como el Personal Fest 2014 y el Lollapalooza 2019, y ahora les toca formar parte como uno de los grandes nombres del primer Primavera Sound en Buenos Aires. A partir de estas noticias, y para volver a entrar en la mente de estos ingeniosos sabelotodos, Indie Hoy realizó un ranking de su discografía, ya que, para bien o para mal, cada disco de ellos ha marcado un cambio y una evolución en su sonido.
6. Tranquility Base Hotel & Casino
2018 – Domino Records
En retrospectiva, Tranquilty Base Hotel & Casino fue un noble intento. Un intento de querer alejarse de la imagen rockera que les habían traído sus últimos discos en forma de un proyecto semi-conceptual sobre un hotel lounge en el medio de la luna. Algo que no se le puede negar a este disco es que se apega a lo que quiere hacer. Los grooves rockeros han sido reemplazados por riffs de piano, como un bar de fumadores de los cincuenta. La voz de Turner se convierte en una que quiere ser como Sinatra o Dean Martin, pero con más paranoia. Las imágenes líricas que él conjura están basadas en clichés de ciencia ficción, desde Blade Runner y Stanley Kubrick hasta… ¿Wu-Tang Clan?
Es aquí donde las limitaciones tanto de Alex como de la banda entran a jugar en contra. Alex no puede separarse de su impronta basada en referencias culturales que van más allá del concepto principal, y, aunque quiere ser un Sinatra, su eje de distancia irónica permanece, por lo cual, los momentos de sinceridad se pierden. Al mismo tiempo, los comentarios sobre la vanidad de nuestra cultura (de Donald Trump a los smartphones) se basan en chistes sin humor y hacen que su ambición se quede a medias. Pero más importante: los Arctic Monkeys siempre fueron una banda de rock. Ninguno sabe qué hacer con estas bases más melosas, hay incluso canciones en las que no todos los miembros participan. Se puede rescatar “Four Out of Five”, la canción más convencional de todas en las que se logra un buen crescendo, y tal vez “Star Treatment”, donde Turner encuentra algo de poder en sus letras, aunque con poca melodía. No lograron entender que necesitaban tanto una como la otra para que esto funcionara.
5. Suck It and See
2011 – Domino Records
Da un poco de pena poner a Suck It and See tan abajo. No es su disco más recordado y parece casi transicional para luego llegar a su pico comercial que es AM en 2013. Tampoco es su disco más coherente, cuando todavía no sabían exactamente cómo conectar sus aspectos psicodélicos con el blues renacido que perseguirán luego. Sin embargo, al escuchar con mayor claridad, se descubren varias joyas que permiten apreciar momentos de mayor vulnerabilidad dentro de la fachada que había sostenido la banda durante tantos discos. Los Arctic Monkeys querían hacer un disco más oscuro y contemplativo, y se nota.
Suck It and See contiene varias baladas que ahondan en la pérdida de lo psicodélico, como “Piledriver Waltz” y “Love Is a Laserquest”, piezas con mayor rotura emocional que antes, y Alex apenas puede quedarse en su personaje de hombre culto sin emociones. También se escuchan canciones a midtempo que detallan mayores complicaciones en las enredadas románticas características de la banda, y tanto el bajista Nick O’Malley como el guitarrista Jamie Cook demuestran mayor versatilidad al tocar en “The Hellcat Spangled Shalalala”. De alguna forma, encuentran como banda su versión más simple y rockera en “Brick by Brick” y “Library Pictures”, con riffs algo sosos pero tocados y cantados con actitud, como si nos dejasen entrar en el chiste. Tal vez una de las canciones más infravaloradas de la banda, “Black Treacle”, se encuentra escondida a plena vista: el romance literario de Turner (“Uno de esos juegos que vas a perder/ Pero que querés jugar por si acaso”), y un instrumental que apunta por lo casual para encontrar ahí la promesa de lo que podría ser.
4. Favourite Worst Nightmare
2007 – Domino Records
Como segundo disco, Favourite Worst Nightmare no es para nada una caída de calidad. Si en su debut se enfocaron en la vida nocturna de los centros de Inglaterra, este disco empieza a mirar hacia fuera, hacia el día, si se quiere. La banda captura la ansiedad de la urbe en “Brianstorm” para luego reencontrar su balance en “Teddy Picker”, para luego dar cuenta de la falsedad y la avaricia en “This House is a Circus”, y cómo todos esos recuerdos se van apagando y perdiendo. Este es el primer momento de mayor quiebre en el punto de vista de Alex Turner, ya que, al convertirse en una súper estrella, ve mucho más de lo que veía en su estado de don nadie anterior. Ahora es uno de los chicos cool, y aborda ese personaje para tratar de deconstruirlo.
La banda se encuentra con un himno de la crisis de los veinte en “Fluorescent Adolescent”, una de sus canciones más populares y duraderas, con una actitud que demuestra la decadencia que veían tanto en su generación como en ellos mismos, y aunque la tratan como una crisis “muy común”, le dan la importancia necesaria para que resuene. También vale resaltar una canción ya favorita de los fans y rescatada por TikTok en los últimos años como lo es “505”, una de las primeras piezas en las que piensan en un mayor dinamismo instrumental y Alex se empeña en detallar un romance incierto, sin comprender por qué siente lo que siente, pero con una certeza de qué es lo que le pasa cuando se ve confrontado con los sentimientos de esa otra persona. Hay un mayor avance hacia donde la banda iría en sus próximos lanzamientos, y mayores lugares emocionales son explorados. Ya no son una banda de pub, y actúan acorde.
3. AM
2013 – Domino Records
Entró el riff de “Do I Wanna Know?” y todo cambió. De repente, los Arctic Monkeys dejaron de ser una banda de rock más, y se convirtieron en uno de los mayores íconos del género en los últimos 10 años. AM es uno de los discos más vendidos en vinilo del nuevo milenio, aclamado como uno de los mejores discos de todos los tiempos por la revista Rolling Stone, y con casi la mitad de sus canciones llegando a medio billón de reproducciones en plataformas de streaming. El indie rock todavía busca un disco tan masivo como AM, y con buena razón. La banda arrasa a través de grooves de blues con paciencia y determinación, y su misión musical se expande para comprender la inestabilidad del romance a comienzos de la adultez.
Alex Turner quiere jugar a ser el villano, pero sus emociones lo desafían a llegar a la honestidad. Fija su devoción en ideales que parecen ser clichés, pero los resignifica con un aire de frustración y, de todas formas, empatía. AM apunta a ser un testamento de confusión al adentrarse al amor, y para hacer eso, debe mostrar todos los colores. El fuego lento de “Do I Wanna Know?”, la excitación de “Arabella”, la impaciencia de “Why’d You Only Call Me When You’re High?” y “Snap Out of It”, el anhelo idealista de “No 1. Party Anthem”, el anhelo rebelde de “R U Mine?”, y finalmente la entrega total de “I Wanna Be Yours”. Toman libremente influencias de Black Sabbath y The Velvet Underground para demostrar su eclecticismo, y no muestran vergüenza para nada. Los Arctic Monkeys se adueñan del territorio, y su híbrido de blues con rock moderno marcó un cambio en la percepción de la música indie que todavía sigue vigente.
2. Humbug
2009 – Domino Records
Producido por Josh Homme, la mente maestra detrás de Queens of the Stone Age, el tercer disco de la banda significó un fuerte cambio de rumbo en el futuro de Arctic Monkeys. Lejos de los pubs que los vieron empezar, decidieron pensar en cómo enriquecer su sonido a través de la psicodelia. Las guitarras dejaron de tener el toque chato y rockero de siempre, y los tempos bajaron la intensidad. Las imágenes de Turner se volvieron más abstractas, y las rumiaciones sobre el amor lo llevaron a una mayor introspección que antes. Los humores cambiaron, y se escuchaba en los cortes como “Crying Lightning” y “My Propeller”. No fue tan bien recibido en su momento como sus discos anteriores -aunque recuperarían muchos de sus seguidores cuatro años después con AM– pero Humbug demostró la versatilidad dentro de las limitaciones de la banda.
Se piensa de manera más melancólica en Humbug, y los avances emocionales que habían sucedido en Favourite Worst Nightmare dan fruto a un disco con altos y bajos, euforia y desesperación. La banda da vueltas con un tema de rock pesado y enojado en “Pretty Visitors”, deambulan en los fracasos en “The Jeweller’s Hands”, piensan de forma melancólica como nunca antes en “Cornerstone” para no perder ese amor ya ido. No hay un eje temático, pero, a cambio, hay un constante desafío: ¿hasta dónde pueden llegar? En ciertas formas, es su disco más libre y temeroso, menos atado a ningún tipo de expectativa. Humbug es una decisión consciente de no volver a hacer lo mismo, una de la que se apegaron y todavía aún no han soltado.
1. Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not
2006 – Domino Records
Al principio, parecían una banda más de pub inglés en el medio del boom del rock inglés de los 2000 (Franz Ferdinand, The Libertines, The Kooks), hasta que uno se ponía a escuchar lo que estaban haciendo fuera de ese estilo. Tenían una sección rítmica imparable con un baterista llamado Matt Helders que afinaba cada pase que le dieran (y lo siguió haciendo por el resto de su carrera), una sección de guitarras que nunca hacían el mismo riff dos veces o al mismo tiempo, y un frontman literario con una especie de tercer ojo. Oriundos de Sheffield, conocían los clubes, los pubs y la noche en las calles mejor que nadie, y habían aprendido un par de trucos. Entraron rápido con tanta hambre que nada les podía satisfacer, pero con un sentido del humor que les permitía tomarse todo como un chiste.
Lleno de canciones urgentes y cortas, Whatever… mostraba una vida alterna. Los borrachos y los bailarines eran uno y por igual, y los Arctic Monkeys los alentaban tanto desde el escenario como desde atrás, como observadores y partícipes al mismo tiempo. Huyen de la policía solo para reírse, se burlan de los hipócritas que se creen demasiado buenos para esa escena, y tratan de buscar el amor, pero como dice Alex en “Fake Tales of San Francisco”, el amor no es solo ciego, sino sordo. Jóvenes arrogantes y aburridos, pero de ese aburrimiento, surgía una energía para generar algo en el frío de la noche.
“I Bet You Look Good on the Dancefloor” y “When the Sun Goes Down” fueron #1 en el Reino Unido, y siguen sonando en cualquier bar alternativo; “Still Take You Home” y “From the Ritz to the Bubble” son solo ejemplos de la brillante fealdad de este grupo en sus inicios; y “Mardy Bum” y “A Certain Romance” muestran ya los intentos de romance, pero con una actitud de sacárselos de encima para ir a tomar otra cerveza. Sin pulir ni lustrar, los Arctic Monkeys nunca fueron tan atrevidos y trascendentes como en su debut.