20. Beyoncé – Lemonade
2016 – Columbia / Parkwood
Si podemos hablar de cierto consenso en torno al status de Beyoncé como figura mas importante de la cultura popular contemporánea, resulta imposible obviar que el surgimiento de Lemonade tiene mucho que ver con eso. Configurado como un álbum visual que narra su trip mental después de una infidelidad, se introdujo casi de manera subversiva generando conversaciones confesionales sobre el concepto de familia, la monogamia y la experiencia feminista de la mujer afroamericana en el prime time de la misma televisión que meses después cubriría con cierta cuota de horror el ascenso de Trump al poder. Lemonade es una rara avis que no solo enarbola una defensa del álbum como formato y obra de arte conceptual en la era de apogeo del streaming y los mixtapes, sino también supone el encuentro definitivo entre Beyoncé y la música alternativa. A lo largo de sus 45 minutos, Knowles explora terrenos musicales tan distantes como el country, el hard rock psicodélico y el trap entre sampleos a Led Zeppelin, Yeah Yeah Yeahs, Animal Collective y OutKast demostrando una versatilidad como performer que lejos de sacrificar la linealidad conceptual del disco potencian el dramatismo en su constante vaivén de climas. El espectacular impacto mediático que suscitó su publicación y la maestría de Beyoncé para captar la vigencia de temáticas raciales y feministas contribuyen a que Lemonade no solo represente un verdadero turning point en su maduración como artista sino también en la historia de la música pop. – Federico del Val
19. 107 Faunos – Creo que te amo
2010 – Discos Laptra
Durante algún momento de la fase de grupos del último mundial de fútbol, Las Ligas Menores hicieron un post felicitando a Messi por un gol adjuntando un tema de su primer LP. “Nos gustaría que lo escuche mañana mientras entra en calor, pero parece que ya eligió escuchar completo Creo que te amo de los Faunos”. Lo que se encuentra detrás de ese divertido y ocurrente intercambio es la tierna e inconsciente oportunidad de vincular dos grandes iconos atesorados con fervor en el imaginario juvenil contemporáneo. Un imaginario juvenil particular, que le escapa un poco al mainstream, pero que con ciertas figuras universalizantes (como Messi) puede de alguna manera sentirse menos ajeno a sus compatriotas. Y sin embargo, enfatiza su distancia eligiendo Creo que te amo como una bandera identitaria, algo que para uno y para la gente a la que está apelando, es tan familiar como escribir “los Faunos” y obviar el número que los precede. Es que, para todo aquel que haya escuchado Creo que te amo y haya caído en el encanto de “Fiesta de cerezas”, la elevación espiritual de “El imán de lo nuevo”, la fiesta de “Noche Spooky Tropical” o la destrucción emocional de “Movimiento de montañas”, el segundo disco de los 107 Faunos es tan preciado como el raro sentimiento que describe su imponente nombre. Tan inusual como la forma en la que la banda platense presenta sus irreverentes líricas y las combina con inmersivos paisajes de contención instrumental. Tan fugaz como la forma en la que confluyen esos elementos (en canciones que nunca llegan a los tres minutos de duración). Tan único, como la sensación desgarradoramente feliz de cantar “Incertidumbre” o la maestría de las gambetas del crack rosarino que volvió a la selección. – Agustina Checa
18. Usted señálemelo – II
2017 – Independiente
Sin dudas, lo que II pierde con la poca originalidad de su nombre, lo gana en la búsqueda musical presente a lo largo de todo el disco. Lejos de repetirse, los Usted señálemelo optaron por correrse de una fórmula que les había funcionado e inclinarse hacia una frescura musical de experimentación instrumental y compositiva. El disco fue grabado por Lucca Beguerie Petrich y su padre en el estudio familiar de Godoy Cruz, mezclado en Brooklyn y masterizado en el Mastering Boutiqe de Nueva York. En total se trata de 11 temas atravesados por una impronta espacial que recorren un fino universo sintetizado made in Mendoza. Entre ellos hasta hay lugar para una pequeña pieza instrumental (“Rhodulo”), quizás la única conexión con aquel primer disco que también incluyó una breve canción sin voces. En entrevistas previas, los tres miembros del grupo habían dejado bien en claro que su segundo trabajo sería concebido como un todo y no de manera segmentada. De esta forma, la segunda placa apunta a un concepto común apoyándose en cada canción como parte de esa idea. El resultado es un producto maduro, repleto de detalles que retrotraen a décadas pasadas y al mismo tiempo nos conectan directamente con la movida alternativa actual. – Stefano Puliafito – Reseña completa
17. Mac DeMarco – 2
2012 – Captured Tracks
Un amigo me dijo una vez: “Mac DeMarco me genera nostalgia por una época que no viví”. Estábamos sentados en el jardín de la casa de mis padres, tomábamos cerveza en lata y escuchábamos 2. Esa sensación, que sigo compartiendo rotundamente, se transmite en cada nota de este disco: desde el rasguido de las primeras tres cuerdas de la guitarra llena de chorus en “Cooking up Something Good” hasta que escuchamos a Mac despertar a su novia Kiki en el final de “Still Together“. Una nostalgia fresca que el canadiense más querido había hecho propia en su primer disco, Rock and Roll Nightclub, y terminó de consolidar en esta segunda entrega, en la que aparecen algunos de sus himnos: “Dreamin’“, “Ode to Viceroy“, “The Stars Keep On Calling My Name” y “My Kind of Woman“. Un disco que definió el sonido, la forma de vestir, los posts de Instagram y los consumos de una parte muy importante del indie a partir de 2012. – Mateo Mórtola
16. Deerhunter – Halcyon Digest
2010 – 4AD
La obra cumbre de Deerhunter salió en septiembre de 2010, en el inicio del otoño estadounidense. El quinto disco de la banda de Bradford Cox, un hombre sensible y especial que piensa y crea canciones en un concepto de disco, canciones que forman un sentimiento real e imperfecto, sigue atravesando el tiempo. Halcyon Digest son once temas que van desde el crescendo esquizofrénico y débil de “Earthquake“, al punto cúlmine del entusiasmo juvenil de “Desire Lines” y termina allá alto con las multi instrumental “Coronado” y “He Would Have Laughed“. Un disco alegre o luminoso dentro de la profunda complejidad de una persona que reflexiona sobre lo que hace. Y, sobre todo, ama. Un hombre que honra la espiritualidad de la música, que parece de otro momento de la historia. “Cuando escucho música moderna, y cuando veo películas, televisión y publicidades modernas, es difícil no pensar en ellas sólo como una mercantilización total de todo. (…) Todo es plano y cuantizado, deshumanizado y estéril”, le dijo a Laetitia Sadier de Stereolab antes de publicar este disco. – Romina Zanellato
15. Arctic Monkeys – AM
2013 – Domino
La historia la sabemos todos: púberes que revolucionaron MySpace y se convirtieron en la banda del momento de un día para el otro, siendo la contrapartida europea del movimiento que The Strokes fundó de este lado del Atlántico. Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not se editó por Domino en 2006, mismo año que los liderados por Casablancas editaban su disco ruptura (y desde donde no volverían), First Impressions of Earth. Con AM, cuatro discos después, volvían a superar las expectativas. Es muy difícil mantener una línea y una calidad en una discografía que por esos días ya contaba con cinco títulos, pero sin embargo los Arctic Monkeys se despachaban con su disco más sexy, un disco en el que el sonido “hard-rock” que estaban buscando se choca con el R&B, y da como resultado lo inevitable: no hay otro adjetivo más que sensual que pueda salir de tal combinación (en su Facebook anotaron que el “Trip Hop” es su género principal). Alex Turner con su lírica más afilada que nunca, con su voz que se animaba a nuevos registros (incluyendo falsettos por primera vez) y la banda que siempre lo sabe acompañar: Jamie Cook en la segunda guitarra, Matt Helders en batería y Nick O’Malley en bajo; todos demostrando un crecimiento y maduración musical. – Rodrigo Piedra
14. Radiohead – A Moon Shaped Pool
2016 – XL
Íntimas, cálidas en su forma, autobiográficas (tanto para ellos como para nosotros), las canciones renovadas del disco se presentan como fragmentos de un discurso post-amoroso cuya clave se podría hallar en un acontecimiento preciso: la separación de Thom Yorke “después de 23 altamente creativos y felices años”. Emocionalmente exigente, A Moon Shaped Pool se resume sincero en su nostalgia y en su capacidad de motivar imágenes personales (sobre todo para los que estamos de este lado, presos también de nuestras silenciosas batallas), lo cual le otorga un aura imperecedera que lo vuelve susceptible a múltiples interpretaciones. Y si esa vez no te encontró porque estabas en otra, seguro va a ser cuestión de tiempo… Porque tiempo, perspectiva y soledad es lo que le sobran a estas once canciones peregrinas, que invitan a ponerse mal-pero-no-tanto, con un sentido de revancha que permita disfrutar del goce ambiguo de una derrota digna, digamos: el intento de tocar fondo para salir a flote, renovado. – Calamar Xig – Reseña completa
13. Lorde – Pure Heroine
2013 – Lava / Republic
El primer disco de la neozelandesa Lorde se publicó cuando ella aún tenía solo 16 años, y su éxito vino no solo de la mano de un par de hits radiales, sino también de un nuevo ejército de fanáticos que tomaron a Pure Heroine como un disco de culto al poco tiempo de su salida. El particular sonido pop de la joven encantaba tanto a pre-adolescentes con ganas de bailar como a los sensibles hijos de los noventas, que encontraban en ella la misma melancolía, nostalgia y apatía con las que Cornell y Cobain se desplomaban sobre sus guitarras. Con elogios de figuras como David Bowie (“sos el futuro del pop”) y Dave Grohl (“¡es una chica ruda!”), Lorde giró por el mundo compartiendo las canciones que nacieron en los suburbios de una ciudad donde no pasaban demasiadas cosas, más que dentro de cada uno. Un coming of age lleno de las incertidumbres de una juventud que tiene mucho a su alcance. – Lisandro Ruiz Díaz
12. Tame Impala – Currents
2015 – Interscope
La psicodelia según la banda australiana no se reduce a los sonidos característicos de los ’60 y eso queda en claro en Currents, disco en el que toman el control los sintes y las programaciones dignas de los ’80 pero siempre con un pie en el futuro. Con abundante uso de efectos de voz y en las guitarras Tame Impala le añadía un carácter bailable y a la vez barroco a sus canciones. “Let It Happen”, que abre el disco, es una clara muestra de ello. Grandilocuente y con un sonido inicial que es algo así como el sonido de la felicidad, el tema de más de siete minutos de duración es el mejor comienzo que podía tener el disco y marcaría la tónica del mismo: baile, experimentación, psicodelia y espíritu soul. – Julio Pérez – Reseña completa
11. Juana Molina – Halo
2017 – Crammed Discs
Halo es el séptimo álbum de estudio de Juana Molina. Wed 21 ya demostraba un alto grado de mutabilidad y progresión, pero siempre contenido por la duración de canciones pop. En contraste a su predecesor, Halo es más libre: esto es, sus temas pertenecen al reino de lo abstracto, invitan desde su introspección y se toman su tiempo para oxigenarse, explorar madrigueras sónicas y llegar a destino, tal vez profundizando las tendencias sugeridas en “Ay, No Se Ofendan”. Es una decisión valiente teniendo en cuenta la extroversión bailable de lo anterior. No obstante, este trabajo propone mundos habitables que concitan la atención desde lo enigmático e inducen al trance onírico. Es algo poco frecuente que un músico, tan adentrado en su carrera, siga lanzando material que exprese su identidad y simultáneamente suene novedoso. Halo es una obra autónoma, sí, pero asimismo es intrínsecamente Juana Molina: es un disco que no podría haber hecho nadie más. “¿Y ese halo con forma de rombo? / Te espero entre las piedras del fondo / Quiero mostrarte lo que escondo”, entona ella en la lentísima canción homónima. Con cada lanzamiento que pasa, Juana sigue creciendo y sorprendiéndonos con nuevos secretos musicales. – Bartolomé Armentano
10. St. Vincent – St. Vincent
2014 – Loma Vista
El cuarto disco de Annie Clark se metió de lleno a develar el pop del siglo XXI y consiguió un sonido tan retro como futurista, donde cada compás pareciera haber sido curado como una pieza de museo. St. Vincent se revolucionó a sí misma sin resignar sus punzantes y cada vez más tecnológicos riffs de guitarra, ritmos desencajados y toda la paleta de colores de una actualidad digital en la que solo en lo digital hay esperanza. – Lisandro Ruiz Díaz
09. Daft Punk – Random Access Memories
2013 – Columbia
Luego de una brecha de varios años en la que solo hicieron música nueva para la banda sonora de Tron: El Legado, el nuevo de Daft Punk llegó embebido en la más grande de las expectativas, un poco generada por la espera y otro poco por una importante movida publicitaria con la que se anunció. Esperamos no menos que el mejor disco del año y sí, se convirtió en un clásico al instante. Un disco completamente conceptual por homenajear, quizás no en lo lírico pero sí en lo estético (visual/sonoro/discursivo) a la movida funk-disco de la década de los ’70 y ’80, con colaboradores como Pharrelll Williams, Nile Rodgers y Giorgio Moroder. Un puñado de los estribillos mas pegadizos e inagotables de la década. – Lisandro Ruiz Díaz
08. Arcade Fire – Reflektor
2013 – Merge
Cuando Arcade Fire publicaron Reflektor atravesaron una reinvención que en cierta forma derribó la solemnidad que proyectaban sus trabajos anteriores para convertirse en una banda completamente nueva que de repente se reía de si misma y se tiraba de lleno a la pista de baile a través un caleidoscopio de influencias new wave que hermanó las raíces jamaiquinas del Nightclubbing de Grace Jones, el post punk satírico de Devo y el disco eléctrico de Giorgio Moroder. Con James Murphy en las labores de producción, los canadienses inyectaron ironía y oscuridad a su imaginario utilizando sintetizadores vintage, ritmos tribales y letras sobre alienación con guiños queer en una obra de naturaleza nocturna que tiene la difícil capacidad de no tomarse en serio a si misma pero al mismo tiempo resultar sumamente relevante. – Federico del Val
07. Grimes – Visions
2012 – 4AD / Arbutus
En estas 13 canciones, Claire Boucher nos adentra en un bosque místico donde pululan las texturas sonoras novedosas. En él hay lugar para las voces líricas y las más sutiles, y para los compases tenebrosos y los ensoñadores. La manera en cómo Grimes logra traducir su fascinación por el universo del manga y por la experimentación con la música electrónica en este álbum resulta excitante. Allí encontramos más de un himno de autoafirmación personal que a su vez nos invita a explorar nuestras propias oscuridades para luego resurgir como un ave fénix, llenos de ambición, como ella. Tan solo hace falta escuchar piezas tan épicas e infecciosas como “Genesis”, “Oblivion” o “Be A Body” para entrar en trance. “La única manera de vivir a gusto es estando poseído”, decía el poeta Vicente Luy, y discos tan intensos como este vienen a confirmarlo. – Laura Camargo
06. Frank Ocean – Channel Orange
2012 – Def Jam
Channel Orange es importante por un montón de cosas: la no-convencionalidad de sus beats, la sutileza y la sensibilidad con la que se narran escenarios y personajes complejos, de apariencias livianas y profundidades oscuras, la increíble, versátil, suave y conmovedora voz de Frank Ocean, la experimentación en sus temas de transición y en construcciones épicas como “Pyramids“. Uno de los discos debut más poderosos de la década, que estableció de entrada a Frank Ocean como un compositor e intérprete tan masivo como de culto, alguien de quien esperamos siempre algo nuevo y revelador. Channel Orange sacudió al indie occidental impulsando al R&B al lugar privilegiado que hoy ocupa, tiempo antes de la explosión del trap. – Mateo Mórtola
05. Juana Molina – Wed 21
2013 – Crammed Discs
A Juana Molina no le faltaba reconocimiento internacional y popularidad en su país antes de la salida de Wed 21. Pero este fue de alguna manera un punto de inflexión en su carrera, que potenció ambas cosas y la terminó de coronar como la gran madre de la música alternativa argentina. Sus canciones de ritmos artesanales, oscuridad melódica y formas que no dejan nunca de mutar ampliaron su llegada a una juventud indie sedienta de novedades y harta de poses. – Lisandro Ruiz Díaz
04. Él mató a un policía motorizado – La dinastía Scorpio
2012 – Discos Laptra
El artista que continúa con su camino de experimentación, que afirma su identidad en cada nuevo disco, y apuesta a la superación es el que descansa tranquilo sobre su obra. La dinastía Scorpio es himno de un momento de la historia argentina: es la voz de los que arriesgaron todo, de los que pisan con precaución sobre el barro incómodo de este país, bien cerca de la red afectiva de los amigos; sostenidos, impulsados. Si la trilogía de discos previa terminó con un broche de oro de voz en alto, este trabajo fue una sofisticación: mejor calidad de sonido, mejor grabado, más para el que escucha. Lo tocaron por todo el país, por todo el mundo, es un disco que sabemos de memoria desde el “ey, ¿quién te va a cuidar?” hasta el fin de las vacaciones, “de las mejores”. Es un disco que, como todos los que se marcan a fuego en el corazón, remiten a los buenos recuerdos de la vida: el abrazo de amistad en el pegoteo del salto de canción, de los auriculares fuertes sobre la bicicleta por la noche en la ciudad, del parlante del celular estallado al lado del río, de la caricia en la desnudez de la cama de verano. El disco de la vida. – Romina Zanellato
03. David Bowie – Blackstar
2016 – Columbia / RCA / ISO
El último disco de David Bowie se erigió como una obra extraña y casi impenetrable que recién tomó forma y significado cuando dos días después de publicarse murió de una larga enfermedad terminal que mantuvo en secreto durante los últimos años de vida. El álbum se nutre de la experimentación con el krautrock y la aversión a las estructuras de la trilogía berlinesa y el Bowie de mediados de los ’90 para crear un trabajo áspero y distante donde las composiciones se deforman hasta el extremo generando una extraña correlación entre la agresividad de su sonido y el punto de vista de alguien que está viendo por última vez el mundo. Blackstar es muchas cosas la vez, una despedida, una oscura burla, un happening donde confluyen el arte y lo efímero de la vida, una reflexión sobre el enfrentamiento inminente con la muerte y el olvido y por sobre todas las cosas un hermoso capitulo final para uno de los mayores iconos pop de la historia. – Federico del Val
02. Tame Impala – Lonerism
2012 – Modular
Pocos discos en los últimos años tuvieron la fortísima injerencia que tuvo el segundo álbum de Tame Impala (banda australiana del productor Kevin Parker). Lonerism llevó a un primer plano, no sólo la explosión de la neo psicodelia (puesta de manifiesto un par de años antes por MGMT) en la escena indie internacional, sino también un caldo de cultivo sumamente productivo que venía gestándose en Australia en paralelo con proyectos diversos tales como King Gizzard & The Lizard Wizard, Pond, Courtney Barnett, entre muchos otros. La placa en cuestión dejará en la historia el lisérgico video de la fantasía adolescente (“Mind Mischief“), una particular acusación de plagio (“Feels Like We Only Go Backwards” vs. “Océano” de Pablito Ruiz) y toda una nueva gama de sonidos que muchxs sabrán retomar (o plagiar, según el caso). – Juan Pérgola
01. Beach House – Bloom
2012 – Sub Pop / Bella Union
Florecer, la diferencia entre “esto es lo que soy” y “esto es lo que puedo ser”. Engrandecer, apreciar lo que es dado y atreverse a pedir más. Embellecer, encontrar el precipicio sensitivo latente y animarse a soltar. Entumecer, construir sentir para empujarlo a sus límites. Renacer, encontrarse a sí mismo en una nueva dirección.
Bloom (2012), el cuarto disco de Beach House es una demolición sensitiva. Se impuso, trascendental como la epónima canción que lo presenta, precisamente por su carácter de innecesario. Tras dos apabullantes discos introductorios, el dúo de Baltimore venía de brillar con el colosal Teen Dream (2010), un disco cuya intromisión en corazones adolescentes les valió una reconfiguración de los alcances del proyecto. No es jugado pensar que un disco como Teen Dream podría haber sido la cúspide compositiva de cualquier banda abocada a la estimulación sonora de eso que no es apriorísticamente sensorial, sino interno y relativo al alma. Sin embargo, mucho de la admiración y gratificación que uno siente hacia Beach House radica en esa poco familiar negativa a conformarse con lo que hace bien y glorifica. Matar para dejar vivir, parafraseando a Legrand, entender que la efimeridad de las cosas sólo nos empuja a apreciarlas con mayor intensidad.
Renacer siempre involucra algún tipo de muerte, la erradicación de eso que hasta que no fue desafiado dominó el presente. Pero, a diferencia de un nacer, también implica la rememoración de que ese tiempo pasado existió y de manera autónoma y, en el caso de Teen Dream, de manera feliz. Por eso no basta con nacer, nacer es fácil. Renacer requiere otro tipo de coraje, un empuje único y una apuesta símil salto al vacío. El arte se presenta como un espacio donde experimentar con formas de reinvención sin desafiar nuestra propia mortalidad. Bloom encuentra inspiración en la experiencia de la vida y paradójicamente se convierte en la más bella oda a su efimeridad. Sumergida en la infinita “Myth”, el primal interrogante persiste: “What comes after this momentary bliss?”
Bloom empieza de forma avasallante. Demanda. Demanda sentir, demanda entrega, demanda una escucha atenta y un particular set de emociones. Disponerse, mientras suenan los primeros segundos de la intro de “Myth”, se puede presentar en forma de escalofríos, incluso con un pequeño nudo en la garganta. Luego de atravesar este envión inicial donde comienza a hilvanarse la estética y matiz emocional del disco, la voz de Legrand apacigua la entrada en el primer verso. Presenta dos instancias donde parece invitar a una nueva sección (“Help me to name it”) y se mantiene en la misma estructura. Verso número dos. Victoria canta con la misma serenidad, ahora pronunciando el nombre de la pista. Y de a poco se agota la espera, se construye la tensión, y la composición encuentra su punto sensitivo más alto con un desahogo en Re. Se encuentra en una nueva dirección inesperada, exquisita, inaugurando de esta manera el sentir que da trascendencia a Bloom y lo erige como obra maestra contemporánea.
“Wild”, recurrente opener de los sets en vivo de la banda, es quien sedimenta lo erigido por “Myth”. Sigue una estructura similar (verso-verso-puente y romper todo) pero maneja la reinvención de la segunda mitad con mayor prudencia, para explotar en desenfreno en el tramo final. No siempre hay urgencia en el sentir, lo importante es construir la previa al momento de soltura, para que soltar se sienta como dejarse caer en un precipicio de emoción. “Wild in our ways”, sintiendo por sobre todas las cosas. “Lazuli” es el tiro de gracia de la primer triada, erigiéndose con delicadeza y abogando por el encuentro de las emociones más puras.
“Other People” inaugura un mundo en sí misma, empieza como un nuevo opener, despacio, con paciencia, develando su riqueza en un cuentagotas. Empezamos otra vez, pero con el antecedente de haber sentido el torbellino de emociones de las primeras tres canciones. Re-nacer, aquí de nuevo. Su asimilación sucede de modo más directo, quizás precisamente por el contexto en el que se desenvuelve, siendo un destello de claridad y optimismo entre un todo más poderoso, y habitualmente más oscuro. Combina perfectamente con “The Hours”, y su juguetona narrativa donde el amor se cruza con la irreverencia del tiempo, para sacar a relucir, a mitad de camino, el equilibrio constitutivo que hace a la hermosura de Bloom, el disco donde luz y oscuridad no se contraponen, se refuerzan, así como la vida misma.
Se puede llegar al mismo ejercicio reflexivo mirando de lleno al arte de tapa, donde la profundidad se logra en el diálogo entre la forma negra y las figuras blancas, ambas codependientes, ambas significativas por su función en relación al todo. Bloom, compositivamente, invita no sólo a encontrar los rincones oscuros (en un entramado de escalas menores) sino a hacerlos habitables, significativos, celebrándolos en su manera, sin echar luz donde no corresponde. Aprender a apreciar la oscuridad es aceptarla como transformativa en sí misma. Es esta combinación la que le da fuerza a “Troublemaker” el showstopper de la segunda mitad del disco que empieza de manera abrumadora, tímida y sombría, deviene en desahogo (“someone like you”) y luego estalla, primero con las punzantes guitarras de Scally y luego con la conmovedora prosa de Legrand. Complementa su intensa demanda con la dulzura de “New Year”, otro necesario halo de luz que invita a la ruptura del prisma en colores.
“Wishes” inaugura el ingreso a la última trinidad de Bloom, en este caso, la encargada del descenso final. Progresa de ternura a cautividad de manera orgánica, armoniosa pero insurrecta tal como el resto de sus acompañantes. “Wishes” no prescribe emociones, las abre a exploración, deja vacíos de experiencia a merced del oyente. “How is it supposed to feel?” Y el resto es para que lo averigües. La magia de crecer a la par de una banda es tener esa libertad de usar sus canciones como soundtrack de vida, adaptándolas a nuestras experiencias de manera idiosincrática, en diferentes momentos, situaciones y estados emocionales: redescubrirlas, inventarles letras más significativas (de manera consciente o inconsciente), amarlas, odiarlas, llorarlas. Con su maravillosa paleta de emociones, Bloom es un extraordinario compañero de viaje con quien “crecer a la par”, conocerse y reconocerse ad infinitum.
“On the Sea” y “Irene” no esconden su melancolía, calan profundo en sus líricas y el minimalismo que las acompaña. Nos estuvieron preparando para este momento y es hora de dejar ir. La dulzura se engrandece, para lograr el balance necesario, y la despedida es agridulce pero bienvenida. La luz sigue brillando aún en oscuridad. El sueño es morir y reencarnar en canción de Beach House para lograr ese efecto en los demás. – Agustina Checa